«Será muy raro, si mueres y luego de taparte con barro, aparezca una flor, será raro para ustedes, no para mí»
Cae arrodillado al piso, de su boca caen gotas de sangre, escupe, dejando una gran mancha en el piso, para no atragantarse.
Respirando torpemente intenta mirar al cielo, pero la luz le daña los ojos y debe cerrarlos, sus manos apoyadas en el piso intentan hacer fuerza para recomponerse de pie, lo logra débilmente.
Camina unos cuantos pasos más, vuelve a caer, la sangre vuelve a caer, sus rodillas ya tienen marcas, su pantalón esta desgarrado por varias partes, sus manos también sangran.
Pero él no se rinde, intenta levantarse otra vez, se cae de costado, cierra los ojos y se dice en voz baja “debo continuar”. Da media vuelta y se recompone, sus pies parecen quebrarse a cada paso, su rostro es solo una mancha de sangre.
Le dijeron que no podía navegar con ese pequeño bote, le destinaron que iba a naufragar. Le avisaron que iba a morirse de sed en el desierto. Le repitieron mil y una vez, que no lo debía hacer. Se caería si escala, no debe escalar, debería haberse quedado aquí, eso decían.
Él se acuerda de aquellas palabras y conversaciones, eso le da más fuerza, sigue avanzando.
Llora mitad amargo y mitad dulce. Se ríe queriendo llorar y queriendo reír.
Atardece y él continua, la voluntad esta presente, se nota.
Se cae y vuelve a reírse, se para y vuelve a llorar. Y así continua, hace mucho ya anda así, la sangre marca un camino de cientas de horas.
Esta en la nada, pero no esta perdido, el eligió su camino, y vuelve a escuchar esas voces: “¿a donde iras?, te perderás, perderás tu futuro, perderás tu vida” “no vayas hacer eso, te ira mal” “tenemos miedo por vos”.
Vuelve a reír, él sabe que esta en la nada, pero no esta perdido, este trecho lo eligió y disfruta de transitarlo, sangra riendo de verdad.